La vida diaria de un genio, su sueño, su digestión, sus éxtasis, sus uñas, sus resfriados, su sangre, su vida y su muerte son esencialmente diferentes del resto de la humanidad. |
Ramses de la Cruz, Punto de inflexión, óleo sobre lienzo, 60 x 80 cms., 2018 (fragmento) |
E
se término ‘genialidad’, es de una historia antigua; se hunde en lo mitológico y emerge pasando por la virtud, hasta llegar con un impropio acento a la superficialidad de la simulación y de la banalidad. El artista, el creador, por su parte, es casi siempre modesto, y prefiere por lo general no identificarse con esta categoría. Y hay razones para ello, la genialidad como categoría, es una delgada la línea entre el ángel, el genio, el semi-dios, y el propio reconocimiento de la presencia del espíritu artístico en nosotros mismos. Aunque suele disociarse el latino ‘genius’ del árabe ‘الجن’ (al-jinn), pensemos por un momento en esos jinn de la sura del Al-Hiyr, que son quienes nos legan la etimología –directamente heredada de la erudición semítica–; y por lo tanto, en parte, la significación que se subsume en la palabra ‘genio’, y en el concepto de la genialidad:
Y a los genios los creamos con anterioridad a partir del fuego sin humo.
Esos genios, a veces visibles, a veces invisibles, que acompañan a los hombres desde su nacimiento, como los ángeles guardianes de la tradición cristiana, los nahuallis mexicas, los daimon griegos, los que para Hesíodo son los hombres de la Edad de Oro transmutados para proteger a los mortales, siendo su forma principal de ayuda, la influencia, la comunicación entre el mundo del espíritu y el mundo del hombre; ¿poseyéndolo, será acaso, cuando hablamos de un hombre de genio?, o ¡claro está, el genio intersecando a la genialidad, intersecando algo que está más allá de la materia!
Lo común parece ser la raíz indoeuropea ‘gen’, y de ahí los vocablos que nos hereda el griego: génesis, teogonía, generación, etc. Todos ellos relacionados con el origen y con la creación; por ello en la cultura latina, el genio es el espíritu que comparte la ‘gens’, el grupo que se identifica con una particular esencia, y con un particular hacer que reditúa en experiencia, una experiencia que reditúa en virtud.
La geniología, ha sido el estudio de la manifestación del espíritu, ora de forma trascendente, ora de manera pragmática, en la generación de prototipos que a su vez coleccionan a la tradición.
Ya Kant en la Crítica del Juicio, con esa aristotélica diferencia entre lo natural y lo concebido por el artificio del hombre, dando admiración infinita al ser natural, es un sacerdote respetuoso que trata a priori lo que sus sentidos han experimentado en la ejecución reflexiva de su propia obra y en la conciencia de su propio talento; pero ese talento rinde un particular tributo a la tradición, que no es una tradición cualquiera, es específicamente aquella que liberándose de las reglas y rindiéndoles reconocimiento, ingenia inimitablemente una lectura/creación que se vuelve propia, de tal suerte que opera con los valores que al ser natural corresponden; mas para qué parafrasearlo:
El genio es el talento (don natural) que da al arte su regla. Como el talento o el poder creador que posee el artista es innato, y pertenece por tanto a la naturaleza, se podría decir también que el genio es la cualidad innata del espíritu (ingenium), por la cual la naturaleza da la regla al arte.
Sea lo que fuere de esta definición, ya sea arbitraria, ya sea o no conforme al concepto que asociamos por costumbre a la palabra genio, siempre se puede probar de antemano, que, conforme al sentido aquí adoptado, las bellas artes deben ser consideradas necesariamente como artes del genio.
Pero ningún geniólogo como Kant, Schopenhauer, Goethe, Nietzsche, Freud, Russell, Dalí… han olvidado la etimológica relación en que el genio se vincula con la idea de la propia generación. Así la geniología es y ha sido siempre una cofradía que estudia el fenómeno desde la teología, desde la psicología, y naturalmente desde el arte, donde la singularidad, la mutabilidad y la diferencialidad, hacen del creador con experiencia reflexiva y práctica un genio que enarbola una impronta, como los guerreros míticos de la antigüedad portaban o blandían su instrumento, pero no era cualquier instrumento, cualquier espada, capa, pluma, espátula, martillo, éste con un nombre: Égida, Gungnir, Pasupatastra, Excálibur.
Mas la alta esfera de esta cofradía, no es exactamente la del mero estudioso del fenómeno, sino la del practicante, la del genio en sí.
Los genios son entonces neologistas; no sólo construyen el instrumento de su hacer a través de la técnica, sino también desde la teorética, desde la ciencia y desde la mística. Los genios son la intersección de sus influencias y de sus pasiones; son ellos la suma singular y dialógica de sus maestros, sus temas, sus obras y sus autores, e infunden a la humanidad como los grandes símbolos, sabiduría.
Este diplomado, es una escucha de los procesos existenciales y creativos que llevan al ser humano a convertirse en artista, y es también, un estudio de las singularidades que la óptica de la semiología interseccional nos permite para mirar a la creación artística. Si nuestros invitados no se reconocen a sí mismos como genios, reconocerán sin duda la genialidad en otros.
De cualquier manera, la escucha del disertar de grandes autores, de grandes creadores, es alimento para nuestras propias intersecciones, es herencia generosa para nuestra propia alma, es para quienes amamos lo que hay detrás del arte, el oro al final del arcoíris.
Francisco de Paula Nieto
curador académico
Santiago Carbonell, Luto persa, 2014 (fragmento) |